Durante mis años dirigiendo equipos he cometido varios errores, graves y no tan graves. Todos comentemos errores, es normal, al fin y al cabo la vida no es más que prueba y error. Ahora bien, hay ciertas decisiones (o reacciones) que tomé en su día, o bien acciones que alguno de mis trabajadores llevó acabo y que ninguna de ellas aporta nada a tu futuro profesional, si acaso todo lo contrario.

La realidad es que, aunque son obvios, lo más probable es que hayas incurrido en alguno de ellos o bien seas reincidente y estés cometiendo uno de estos errores de manera constante, porque no te paras a pensar en la transcendencia que esas acciones pueden tener a largo plazo.

Me vienen a la mente una compañera que era extremadamente pesimista, una persona negativa y tóxica. Si bien yo no podía evitar que el resto del equipo la criticara a sus espaldas, lo que si estaba en mis manos era no hacer lo mismo que ellos, pero no lo hice.

Hablar mal a las espaldas suele ser un producto de la cobardía de quien critica; consecuencia del miedo a enfrentarse a una situación que sabes que será incomoda, la de decirle a tu superior, subordinado o compañero que algo que hace está mal, te molesta o se debe cambiar.

Críticas que no son frente a frente no aportan nada, ni siquiera el desahogo. Mientras más repites esas quejas más te ahogas en ellas.

Puedes poner mil excusas de por qué no puedes decírselas a la cara; yo también me las ponía a mí mismo. Y todas ellas son muy justificadas hasta que pasa el tiempo y nos damos cuenta que las “razones” que teníamos son sólo una forma de justificar nuestra cobardía.

Por suerte, creo que no he caído en este error, aunque he estado a punto en muchas ocasiones, sobre todo al recibir un email de algún colaborador o compañero al que mi primer instinto me llevó a empezar a redactar un email agresivo y ofensivo en respuesta, de esos que piensas “¡se va a enterar!”. Pero la realidad es que esto no te lleva a ningún lugar. Uno de mis antiguos colaboradores me decía “Gustavo ¿para qué le vas a enviar ese email?, ¿qué beneficio te va a aportar a largo plazo?” Antes de reaccionar con ira, debes plantearte qué beneficio a largo plazo vas a obtener de esa reacción.

Así llevé una de mis empresas a la quiebra. Llegó un punto en el que ya no disfrutaba con mí día a día en el trabajo. Y en vez de decidir y tomar medidas, lo que hacía era repetir una y otra vez, sin cansancio, cuanto me aburría y me disgustaba mi trabajo. No sé la cantidad de horas y energía que habré invertido tirado a la basura alimentado ese “sufrimiento” por llamarlo de alguna manera.

Cuando haces esto, afectas a la gente que tienes a tu alrededor, te conviertes en una persona tóxica.

Si no te gusta tu trabajo haz algo al respecto, pero deja de quejarte, porque eso no sirve de nada. ¡DE NADA! Evita agobiar a tus compañeros con esas quejas, deja de repetirte y ser pesado. Tu realidad es tu interpretación de tus circunstancias. Si tomas una decisión y empiezas a dirigir tus acciones hacía la consecución de un objetivo que te llene, entonces tus quejas pasarán a un segundo plano. No serán tan importantes, porque no vas a querer perder el tiempo en ellas.

La vida da mil vueltas, no puedes saber lo que te depara el futuro. ¿Para qué hacer enemigos? ¿Para qué quemar una relación si el hacerlo no te aportará nada?

Una persona de nuestro equipo decidió borrar la información de su ordenador antes de dejar la empresa, de lo cual se enteraron todas sus compañeras, porque al repartir las empresas que ella llevaba no pudieron encontrar toda la información que querían… por suerte tenemos backups.

Es probable que ella nunca necesite nada de mí y, sinceramente, le deseo lo mejor en su vida. Pero la realidad es que ella no ganó nada llevando a cabo esa acción. Porque no es sólo que yo no podría darle una recomendación o contratarla en otra de mis empresas, sino que, más aun, ninguno de sus compañeros de trabajo la contrataría. Al fin y al cabo, si un compañero tuyo borra la información de la empresa en la que trabajáis, insulta a su jefe, rompe algo por venganza, o alguna acción similar, y después resulta que tú tienes una empresa y te pide trabajo ¿te sentirías cómodo dándole el trabajo? ¿No tendrías dudas?

La mejor opción es dejar siempre todas las puertas abiertas. No sabemos quién será quién en el futuro. Para qué cerrarnos una puerta sólo por desahogar nuestra ira.

Cuando estás a disgusto con tu trabajo, solemos reducir nuestro ritmo y eficiencia. En muchas ocasiones no es algo que ocurre, sino que es algo decidido. Sea como sea, la realidad es que cuando esta situación se da, somos conscientes de ello. Pero al final el mayor afectado siempre es uno mismo. Si no rindes al máximo se nota, y tus colegas de trabajo lo saben, en otras palabras, saben que no vales. Y si no vales, ninguno de ellos te querrá como compañero, empleado, socio, jefe, o lo que sea.

Una de mis comerciales decía: “yo valgo mucho más de lo que demuestro aquí, pero no lo voy a demostrar si no son capaces de reconocer mi valor”.

No hace falta que diga que la vida no funciona así, primero debes demostrar tu valor para ser reconocido, pero ante todo, debes demostrarte a ti mismo, día a día, ese valor que presumes tener. No debes buscar el reconocimiento de otros, sino el tuyo mismo; el saber que todos los días entregas lo mejor de ti, profesionalmente hablando, en tu trabajo, ya seas jefe, empleado, directivo, dueño, o lo que seas.

Aquellas personas que hacen esto, siempre encuentran puertas abiertas. Reciben ofertas de trabajo o de negocios, por parte de clientes, proveedores, socios, compañeros. La excelencia en el trabajo no es consecuencia de una acción, sino del trabajo bien hecho día a día.

Evitando estos errores, tu valía y futuro profesional o empresarial están garantizados.

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